¿Cómo podría abandonarte?
¿Cómo podría abandonarte?
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Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella.
Lucas 19:41, RV 1960.
Los fuertes hosannas repercutían de colina en colina y a través del valle Cedrón, hasta dejarse oír en Jerusalén. Pareciera como si toda la ciudad se hubiera preparado para encontrarse con su Rey. "Los ciegos a quienes había restaurado la vista abrían la marcha. Los mudos cuya lengua él había desatado voceaban las más sonoras alabanzas. Los cojos a quienes había sanado saltaban de gozo y eran los más activos en arrancar palmas para hacerlas ondear delante del Salvador. Las viudas y los huérfanos ensalzaban el nombre de Jesús por sus misericordiosas obras para con ellos. Los leprosos a quienes había limpiado extendían a su paso sus inmaculados vestidos y le saludaban Rey de gloria. Aquellos a quienes había despertado del sueño de la muerte estaban en la multitud". La procesión llegó a la cumbre del monte de los Olivos. Delante de él yacía Jerusalén, bañada por la luz del sol poniente. Se veía claramente la Puerta de las Ovejas, al noreste de la ciudad, y más allá el Calvario. El Templo se destacaba entre todo con majestuosa grandeza.
"Jesús contempla la escena y la vasta muchedumbre acalla sus gritos, encantada por la repentina visión de belleza. Todas las miradas se dirigen al Salvador, esperando ver en su rostro la admiración que sentían. Pero en vez de esto observan una nube de tristeza. Se sorprenden y chasquean al ver sus ojos llenos de lágrimas, y su cuerpo estremeciéndose de la cabeza a los pies como un árbol ante la tempestad, mientras sus temblorosos labios prorrumpen en gemidos de angustia, como nacidos de las profundidades de un corazón quebrantado". Jesús veía lo que se ocultaba a los ojos de la multitud. Mirando hacia el día cuando los ejércitos romanos circundaran la ciudad condenada, vio perecer a sus habitantes. Jerusalén había rechazado a los profetas, y aun entonces se preparaba para rechazar al Hijo de Dios. A no ser por el orgullo de los fariseos, por su hipocresía, su odio y sus celos, Jesús podría haber alcanzado a Israel con su mensaje de salvación. Ahora su condenación estaba por ser sellada. Sí Jerusalén hubiera prestado oídos a los mensajes de Dios, podría haber sido la corona del mundo, pero la visión se estaba desvaneciendo.
Jesús lloró. ¿Cómo podría abandonarlos? La nación entera estaba preparándose para rechazar la luz, ¿ Cómo podría él abandonarnos?
Jesús todavía llora.
Date prisa, desciende
Date prisa, desciende
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Cuando Jesús llegó a ese lugar, miró hacia arriba, y le dijo: "Zaqueo, date prisa, desciende, porque conviene que hoy me hospede en tu casa". Lucas 19:5.
"Jericó era una de las ciudades apartadas antiguamente para los sacerdotes, y a la sazón un gran número de ellos residía allí. Pero la ciudad tenía también una población de un carácter muy distinto. Era un gran centro de tráfico, y había allí oficiales y soldados romanos, y extranjeros de diferentes regiones, a la vez que la recaudación de los derechos de aduana la convertía en la residencia de muchos publicanos. 'El principal de los publicanos', Zaqueo, era judío, pero detestado por sus compatriotas". La extorsión, el soborno y las comisiones ilegales pueden producir un alto nivel de vida en lo material, pero no pueden rodearnos de amigos sinceros.
Zaqueo había escuchado la predicación de Juan el Bautista junto al jordán. Sabía que su vida no se conformaba a las Escrituras, pero el poder del Espíritu estaba obrando en su corazón. Había oído hablar de Jesús, y estaba ansioso de conocer al Maestro entre cuyos discípulos se contaba un publicano llamado Mateo. Oyó decir que Jesús se acercaba a Jericó. "Las calles estaban atestadas, y Zaqueo, que era de poca estatura, no iba a ver nada por encima de las cabezas del gentío. Nadie le daría lugar, así que, corriendo delante de la multitud hasta donde un frondoso sicómoro extendía sus ramas sobre el camino, el rico recaudador de impuestos trepo a un sitio entre las ramas desde donde podría examinar a la procesión que pasaba abajo. Mientras el gentío se aproximaba en su recorrido, Zaqueo escudriñaba con ojos anhelantes para distinguir la figura de Aquel a quien ansiaba ver". De súbito, el grupo se detuvo justamente debajo del árbol "... y miró arriba Uno cuya mirada parecía leer el alma. Casi dudando de sus sentidos, el hombre que estaba en el árbol oyó las palabras: "Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose en tu casa". ¡Jesús conocía su nombre y los anhelos de su corazón! Estaba dispuesto a visitarlo aunque sus propios vecinos rehusaran hacerlo.
Los presentes no podían comprender las acciones de Jesús. ¡Zaqueo era un ladrón! Volviéndose a ellos, Zaqueo confiesa: "He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, lo vuelvo con el cuatro tanto. Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa' (Luc. 19: 8,9). La ley de Moisés requería que al principal se le añadiera un 20 por ciento como restitución. El añadir al principal cuatro veces su valor era una medida extrema, pero el arrepentimiento de Zaqueo había sido completo.
"Ningún arrepentimiento que no obre una reforma es genuino".
El vestido de boda
El vestido de boda
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"Cuando el rey entró a ver a los convidados, vio allí a un hombre sin vestido de boda. Y le dijo: Amigo ¿ cómo entraste aquí sin vestido de boda?
'Pero él cerró la boca" Mateo 22:11, 12.
En esta ocasión Jesús presentó la parábola de la fiesta de bodas. Los judíos aplicaban el simbolismo de la fiesta de bodas al gozo del reino mesiánico. Tres invitaciones se hicieron a la gente para que asistiera al banquete. La invitación original a los judíos (la primera de la parábola) vino a través de los profetas del Antiguo Testamento. Juan el Bautista extendió la segunda a Israel, luego Jesús, y eventualmente los discípulos después de la crucifixión y resurrección de Cristo. Los invitados ni siquiera se molestaron en presentar excusas por no asistir. El tercer llamado de la parábola incluía a los gentiles. Dios quería que los más apartados del camino de la vida tuvieran la posibilidad de unirse a su pueblo.
El Rey (Dios) entró al salón del banquete lleno de invitados, para determinar quién podría asistir. "En un sentido especial [este acto] representa la obra del juicio investigador". Los únicos que tienen derecho a quedar adentro son los que se han puesto el vestido de bodas. "El vestido de boda de la parábola representa el carácter puro y sin mancha que poseerán los verdaderos seguidores de Cristo". A todos los que reciben a Cristo como su Salvador personal, Dios les imputa la justicia y el carácter del Señor. "Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une con su corazón, la voluntad se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con su mente, los pensamientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa estar vestidos con el manto de su justicia".
"El hombre que vino a la fiesta sin vestido de bodas representa la condición de muchos de los habitantes de nuestro mundo actual. Profesan ser cristianos, y reclaman las bendiciones y privilegios del Evangelio; no obstante no sienten la necesidad de una transformación del carácter. jamás han sentido verdadero arrepentimiento por el pecado. No se dan cuenta de su necesidad de Cristo y de ejercer fe en él... Piensan, sin embargo, que son bastante buenos por sí mismos, y confían en sus propios méritos en lugar de esperar en Cristo".
"No habrá un tiempo de gracia futuro en el cual prepararse para la eternidad. En esta vida hemos de vestirnos con el manto de la justicia de Cristo. Esta es nuestra única oportunidad de formar caracteres para el hogar que Cristo ha preparado para los que obedecen sus mandamientos".Su día de luz
Su día de luz
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Y Jesús entró en Jerusalén, en el templo. Marcos 11: 11.
Cuando la procesión hizo una pausa sobre el monte de las Olivas, los gobernantes de Jerusalén llegaron para detener la marcha triunfal. "Jesús sabía que este acontecimiento lo llevaría inevitablemente a la cruz, y sin embargo participó resueltamente en la entrada triunfal. Era necesario que los ojos de todos se fijaran en él en los últimos días de su vida, a fin de que pudieran comprender, si así lo deseaban, la importancia de su misión en la tierra". "Vino a lo que era suyo, y los suyos no lo recibieron" (Juan 1: 1 1).
Los sacerdotes no traían ramas de palmeras, símbolos del triunfo. Ningún "¡Hosanna!" se escapó de sus labios. En cambio, les preguntaron a los discípulos: "¿Quién es éste?" "Los discípulos, llenos de inspiración, contestan. En elocuentes acordes repiten las profecías concernientes a Cristo: Adán os dirá: Esta es la simiente de la mujer, que herirá la cabeza de la serpiente. Preguntadle a Abrahán, quien os dirá: Es 'Melquisedec, rey de Salem', rey de paz (Gén. 14:1 8). Jacob os dirá: Es Shiloh, de la tribu de Judá. Isaías os dirá: 'Emmanuel', 'Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz' (lsa. 7:14; 9:6). Jeremías os dirá: La rama de David, 'Jehová, justicia nuestra (Jer. 23:6). Daniel os dirá: Es el Mesías. Oseas os dirá: Es 'Jehová' 'Dios de los ejércitos: Jehová es su memorial' (Ose. 12:5). Juan el Bautista os dirá: Es 'el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). El gran Jehová ha proclamado desde su trono: 'Este es mi Hijo amado' (Mat. 3:17). Nosotros, sus discípulos, declaramos: Este es Jesús, el Mesías, el Príncipe de la vida, el Redentor del mundo. Y el príncipe de los poderes de las tinieblas lo reconoce, diciendo: 'Sé quien eres, el Santo de Dios' (Mar. 1:24)".
¡Cuántas evidencias, y sin embargo los gobernantes rehusaban aceptar la divinidad de Cristo! En sus esfuerzos por aquietar a la multitud, los dirigentes mismos fueron acusados de fomentar la rebelión. Jesús entró inadvertido al templo, en el cual pasó poco rato. Era tarde, de modo que se retiró discretamente a Betania; y cuando la gente lo buscó para colocarlo en el trono, no lo pudieron hallar.
Dos grupos de personas se encontraron ese día: uno, el que avanzaba hacia Jerusalén cantando alabanzas, y el otro que salía de Jerusalén para rechazar a su Salvador. Dos grupos entonces, dos grupos ahora.
Fidelidad de un siervo
Un siervo romano, al saber que buscaban a su amo para matarlo se vistió con la ropa de éste para que lo cogieran a él en vez de su amo. El amo hizo que se construyera una estatua de bronce de aquel fiel siervo, como monumento a la fidelidad, al amor y al servicio que le había dado este fiel servidor y amigo'
¿Qué monumento debemos erigir nosotros a Jesucristo, quien, al vemos condenados a Una muerte eterna, descendió del cielo y murió para damos salvación? Se hizo siervo para salvarnos. Nosotros debemos entonces llevar una vida obediente y dedicada a los intereses de su reino para mostrarle nuestra gratitud y lealtad.