Su día de luz
Su día de luz
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Y Jesús entró en Jerusalén, en el templo. Marcos 11: 11.
Cuando la procesión hizo una pausa sobre el monte de las Olivas, los gobernantes de Jerusalén llegaron para detener la marcha triunfal. "Jesús sabía que este acontecimiento lo llevaría inevitablemente a la cruz, y sin embargo participó resueltamente en la entrada triunfal. Era necesario que los ojos de todos se fijaran en él en los últimos días de su vida, a fin de que pudieran comprender, si así lo deseaban, la importancia de su misión en la tierra". "Vino a lo que era suyo, y los suyos no lo recibieron" (Juan 1: 1 1).
Los sacerdotes no traían ramas de palmeras, símbolos del triunfo. Ningún "¡Hosanna!" se escapó de sus labios. En cambio, les preguntaron a los discípulos: "¿Quién es éste?" "Los discípulos, llenos de inspiración, contestan. En elocuentes acordes repiten las profecías concernientes a Cristo: Adán os dirá: Esta es la simiente de la mujer, que herirá la cabeza de la serpiente. Preguntadle a Abrahán, quien os dirá: Es 'Melquisedec, rey de Salem', rey de paz (Gén. 14:1 8). Jacob os dirá: Es Shiloh, de la tribu de Judá. Isaías os dirá: 'Emmanuel', 'Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz' (lsa. 7:14; 9:6). Jeremías os dirá: La rama de David, 'Jehová, justicia nuestra (Jer. 23:6). Daniel os dirá: Es el Mesías. Oseas os dirá: Es 'Jehová' 'Dios de los ejércitos: Jehová es su memorial' (Ose. 12:5). Juan el Bautista os dirá: Es 'el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). El gran Jehová ha proclamado desde su trono: 'Este es mi Hijo amado' (Mat. 3:17). Nosotros, sus discípulos, declaramos: Este es Jesús, el Mesías, el Príncipe de la vida, el Redentor del mundo. Y el príncipe de los poderes de las tinieblas lo reconoce, diciendo: 'Sé quien eres, el Santo de Dios' (Mar. 1:24)".
¡Cuántas evidencias, y sin embargo los gobernantes rehusaban aceptar la divinidad de Cristo! En sus esfuerzos por aquietar a la multitud, los dirigentes mismos fueron acusados de fomentar la rebelión. Jesús entró inadvertido al templo, en el cual pasó poco rato. Era tarde, de modo que se retiró discretamente a Betania; y cuando la gente lo buscó para colocarlo en el trono, no lo pudieron hallar.
Dos grupos de personas se encontraron ese día: uno, el que avanzaba hacia Jerusalén cantando alabanzas, y el otro que salía de Jerusalén para rechazar a su Salvador. Dos grupos entonces, dos grupos ahora.
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