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    Date prisa, desciende

    Date prisa, desciende

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    Cuando Jesús llegó a ese lugar, miró hacia arriba, y le dijo: "Zaqueo, date prisa, desciende, porque conviene que hoy me hospede en tu casa". Lucas 19:5.

    "Jericó era una de las ciudades apartadas antiguamente para los sacerdotes, y a la sazón un gran número de ellos residía allí. Pero la ciudad tenía también una población de un carácter muy distinto. Era un gran centro de tráfico, y había allí oficiales y soldados romanos, y extranjeros de diferentes regiones, a la vez que la recaudación de los derechos de aduana la convertía en la residencia de muchos publicanos. 'El principal de los publicanos', Zaqueo, era judío, pero detestado por sus compatriotas". La extorsión, el soborno y las comisiones ilegales pueden producir un alto nivel de vida en lo material, pero no pueden rodearnos de amigos sinceros.

    Zaqueo había escuchado la predicación de Juan el Bautista junto al jordán. Sabía que su vida no se conformaba a las Escrituras, pero el poder del Espíritu estaba obrando en su corazón. Había oído hablar de Jesús, y estaba ansioso de conocer al Maestro entre cuyos discípulos se contaba un publicano llamado Mateo. Oyó decir que Jesús se acercaba a Jericó. "Las calles estaban atestadas, y Zaqueo, que era de poca estatura, no iba a ver nada por encima de las cabezas del gentío. Nadie le daría lugar, así que, corriendo delante de la multitud hasta donde un frondoso sicómoro extendía sus ramas sobre el camino, el rico recaudador de impuestos trepo a un sitio entre las ramas desde donde podría examinar a la procesión que pasaba abajo. Mientras el gentío se aproximaba en su recorrido, Zaqueo escudriñaba con ojos anhelantes para distinguir la figura de Aquel a quien ansiaba ver". De súbito, el grupo se detuvo justamente debajo del árbol "... y miró arriba Uno cuya mirada parecía leer el alma. Casi dudando de sus sentidos, el hombre que estaba en el árbol oyó las palabras: "Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose en tu casa". ¡Jesús conocía su nombre y los anhelos de su corazón! Estaba dispuesto a visitarlo aunque sus propios vecinos rehusaran hacerlo.

    Los presentes no podían comprender las acciones de Jesús. ¡Zaqueo era un ladrón! Volviéndose a ellos, Zaqueo confiesa: "He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, lo vuelvo con el cuatro tanto. Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa' (Luc. 19: 8,9). La ley de Moisés requería que al principal se le añadiera un 20 por ciento como restitución. El añadir al principal cuatro veces su valor era una medida extrema, pero el arrepentimiento de Zaqueo había sido completo.

    "Ningún arrepentimiento que no obre una reforma es genuino".

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