Para que pueda tocarlos
Jesús amaba a los niños. "Aceptaba su simpatía infantil, y su amor franco y sin afectación. La agradecida alabanza de sus labios puros era música para sus oídos y refrigeraba su espíritu cuando estaba oprimido por el trato con hombres astutos e hipócritas. Dondequiera que fuera el Salvador, la benignidad de su rostro y sus modales amables y bondadosos le granjeaban el amor y la confianza de los niños".78 Era costumbre que los padres llevaran a sus niños de un año a algún rabino para que los bendijera. Los discípulos pensaban que el trabajo de Jesús era demasiado importante para que él se detuviera y prestara atención a los niños. Consideraban a las madres y sus niños una desagradable distracción para el Maestro. Cierto día, " una madre con su hijo había dejado su casa para hallar a Jesús. En el camino habló de su diligencia a una vecina, y ésta quiso también que Jesús bendijese a sus hijos. Así se reunieron varias madres, con sus pequeñuelos. Algunos de los niños ya habían pasado de la infancia a la niñez y a la adolescencia. Cuando las madres expresaron su deseo, Jesús oyó con simpatía la tímida petición. Pero esperó para ver cómo las tratarían los discípulos".79 No tuvo que esperar mucho. Pensando hacerle un favor, los discípulos reprendieron a las madres y sus niños diciéndoles que no molestaran al Maestro. "Al verlo, Jesús se enojó, y les dijo: ‘Dejad a los niños que vengan a mí. No se lo impidáis, porque de ellos es el reino de Dios'". (Mar. 10: 14, 15). Jesús puso sus manos sobre los niños y los bendijo. No los bautizó, pero los entregó al cuidado y el amor del Padre. Las palabras que dirigió a sus pequeñuelos consolaron, fortalecieron y bendijeron a sus madres. Cualquiera que impida que los niños se acerquen a Jesús, será blanco de su desagrado y severa reprensión. "La gracia de Cristo en el corazón... inducirá a los padres y las madres a tratar a sus hijos como seres inteligentes, corno quisieran ellos mismos ser tratados".80
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