Un Enemigo Comparativo
Entonces Caifás, que era el sumo sacerdote de aquel año, les dijo: "Vosotros no sabéis nada, ni os dais cuenta de que conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca". Juan 11:49, 50.
La noticia de la resurrección de Lázaro no demoró en llegar a oídos de los dirigentes Judíos de Jerusalén. Convocaron inmediatamente una reunión del Sanedrín, para decidir lo que debía hacerse. La mayoría de los sacerdotes eran saduceos y no creían en la resurrección de los muertos. Ahora se había puesto de manifiesto su ignorancia. Por otro lado, aunque los fariseos creían en la resurrección, estaban ansiosos de detener la influencia de Jesús. El milagro de la resurrección de Lázaro ahora unía a los fariseos y saduceos en su odio común por él.
"Nicodemo y José habían impedido en concilios anteriores la condenación de Jesús, y por esta razón no fueron convocados esta vez. Había en el concilio otros hombres influyentes que creían en Cristo, pero nada pudo su influencia contra la de los malignos fariseos".58 El concilio no estuvo de acuerdo en todo. Muchos, que recordaban sucesos de la vida de Cristo, estaban atemorizados y perplejos. "Bajo la impresión del Espíritu Santo, los sacerdotes y gobernantes no podían desterrar el sentimiento de que estaban luchando contra Dios. Mientras el concilio estaba en el colmo de la perplejidad, Caifás, el sumo sacerdote, se puso de pie. Era un hombre orgulloso y cruel, despótico e intolerante.
Entre sus relaciones familiares, había saduceos soberbios, atrevidos, temerarios, llenos de ambición y crueldad ocultas bajo un manto de pretendida justicia".59 Argumentó que aunque Jesús fuera inocente de todos los cargos, era necesario eliminarlo del camino para el bien del pueblo. Sus palabras resonaron en la sala: "Vosotros no sabéis nada, ni os dais cuenta de que conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca" (Juan 11:49, 50). Caifás tenía interés en mantener su autoridad y preservar la vida de la nación. ¡Cuán inconscientemente, y con cuánta exactitud, proclamó la verdadera misión de Cristo!
Por su muerte Cristo reuniría de todas las naciones de la tierra a todos los que creyeran en él. "Así, desde aquel día decidieron darle muerte" (Juan 11:53).
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