POR QUÉ NO COMO CARNE?
(El siguiente artículo se cita integralmente del diario de habla castellana "La Opinión" de Los Ángeles, California; con fecha de 24 de Julio de 1941. El autor no es adventista del séptimo día, y desde luego se ve que no escribe del punto de vista religioso.
Un alto funcionario mexicano cuyo nombre ni viene al caso mencionar ni estoy autorizado para hacerlo, al encontrarme en cierta ocasión me invitó a su oficina para que le contestara una pregunta:
¿Por qué no come usted carne y qué argumentos tiene usted para sostener la eliminación de ese producto de su dieta? Deseo saber si tiene alguna base científica y fundamental su sistema, y cuáles son las teorías que le han inspirado la adaptación de esas prácticas.
Sin preámbulo le contesté que la carne no era un alimento creado por la Naturaleza para el Ser Humano, que era un alimento antinatural y nocivo; porque el ácido úrico, triquina, creatina y toxinas venenosas que contiene, intoxican el organismo, produciendo todas las enfermedades agudas y crónicas. Y agregué que los animales no deben ser sepultados en los estómagos de los Seres Humanos, sino en hornos crematorios o sarcófagos. Que todo ser viviente en el momento de morir, entra en estado de descomposición, por lo que todos los restos de los animales muertos están en ese período, aunque nuestros sentidos atrofiados no perciban los miasmas nauseabundos que despiden. Que todo organismo viviente tiene desechos como las mucosidades, lagañas y otras más asquerosas y difíciles de apreciar, que se eliminan por las axilas, entre los dedos de los pies, el apéndice, las amígdalas y todos los poros del cuerpo. Que esas sustancias de desecho, al morir el animal, quedan en el sitio en que se encontraban en el curso de su eliminación, dándole a la carne, el sabor morboso que produce el deleite de los sarcófagos, que es el verdadero vocablo para designar al que come carne.
Que todo organismo se compone de las sustancias que se emplean en su construcción. El Ser Humano ha sido creado para construirse con frutas, el material más fino y apropiado para su desarrollo evolutivo. El organismo que asimila frutas para su desarrollo, tiene que llegar a un perfeccionamiento muy elevado, en cambio el que asimila restos de animales muertos, se degenera, tomando las características de los animales que le son favoritos a su dieta.
Conozco individuos que gustan extraordinariamente de la carne de cerdo, que la prefieren y la comen a todas horas. Estos individuos toman las características del cerdo en todos los actos de su vida hasta en su aspecto físico. Son bajos, rastreros, prefieren el fango y la inmundicia abominando de la nobleza, el altruismo y la espiritualidad. Los sentimientos bajos y malévolos, se desarrollan en los sarcófagos, en la misma proporción en que prefieren y aumentan el uso de la carne en su alimentación. Los institos de los criminales son fomentados por el uso de la carne, el que se acostumbra a ver matar a los animales, no se espanta ante el sacrificio y asesinato de seres humanos. He allí el origen de la criminalidad y de las guerras. Un gran actor inglés, cuando tenía que desempeñar el papel de un gran déspota, sanguinario implacable, se alimentaba especialmente con carne de cerdo y cuando tenía por el contrario que desempeñar el papel de un magnánimo y noble estadista, comía solamente frutas, y así ocupó en sus representaciones el primer lugar del mundo en su tiempo.
Desde el reciente descubrimiento científico de las vitaminas, no han faltado algunos que sostienen haberlas encontrado y en abundancia, en la carne. ¡Qué sarcasmo! Encontrar vitaminas en un organismo muerto, en los despojos putrefactos de los animales sacrificados para satisfacer la gula de los gastrónomos... es el colmo del cinismo. Es lo mismo nutrirse con tabaco y alcohol, con drogas heroicas, o con las drogas no muy heroicas, pero si muy nocivas que venden en boticas y droguerías, con el propósito de aliviar los efectos intoxicantes de la carne.
No es posible encontrar vitaminas donde no hay vida. Las vitaminas están en las frutas, verduras, legumbres y toda clase de vegetales y cereales, creados por la naturaleza para la alimentación del ser humano. En los despojos de los animales muertos, sólo la muerte se puede encontrar. Es la lucha del hombre contra el cerdo, el primero asesina al segundo con un cuchillo, y éste se venga intoxicando a su verdugo, dándole una muerte lenta, ignominiosa, con variedad inmensa de enfermedades crónicas, precedidas por enfermedades agudas cuyos procesos purificadores son neutralizados o contrarrestados por las drogas con que las combaten los médicos alópatas.
Mi interlocutor me dijo que cómo era que los médicos y hombres de ciencias no solamente usaban la carne en su dieta, sino que la recomendaban, dándoles su jugo a los ancianos que por falta de dientes no podían triturarla y masticarla bien.
Le contesté que en Trofología la humanidad está muy atrasada, que los hombres de ciencia y médicos, después de dejar las aulas, van con las amas de casa y criadas a que les digan lo que han de comer y obedecen ciegamente, comiéndose todo lo que ellas les dicen que es bueno, sin tomar en cuenta sus estudios a ese respecto.
A pesar de todas esta argumentaciones, no parecía quedar muy convencido mi interlocutor, arguyendo que el quería encontrar en mi algún argumento de orden moral de peso, que justificara la fobia que yo manifestaba por la carne. Lo que él quería, en mi concepto, era haber encontrado alguna argumentación estúpida, basada en prácticas religiosas, prejuicios irracionales como los tienen algunos que se dicen vegetarianos; que solamente saben y se preocupan del sacrificio de los animales. Le hice ver que tales vegetarianos, dejan de serlo el día en que se decidían a aceptar la muerte de tales animales y al ver que yo no era de esos, se sintió un tanto incómodo de estar asimilando (aunque con mucha moderación, según lo hizo constar) los despojos de cadáveres de animales, saturados de trichina, creatina, creatinina, ácido úrico y toxinas venenosas, que antes engullía sin ningún remordimiento de conciencia, como le sucederá ahora con los conocimientos mal perguenados y muy rudimentarios que yo le pude proporcionar.
Lo que también le hice saber es que hay enfermedades agudas y crónicas, se desarrollan en los vegetarianos, la décima parte que en los sarcófagos, por lo que les pasan regularmente inadvertidas. A los niños vegetarianos no les dan el sarampión, la viruela, gripes, tos ferina, difteria, y tantas otras enfermedades agudas que tanto diezman a los que no observan dicho sistema de alimentación.
¡Cuando la humanidad sea vegetariana, se acabarán las guerras!
Es interesante notar lo que dicen personas no adventistas sobre el asunto de la alimentación a base de carne.
No somos los únicos en condenarla. En realidad hay miles de personas en América que jamás se alimentan de carne animal, que dejan de hacerlo puramente a base de su salud y no por escrúpulos religiosos.
Imprimimos este artículo como evidencia del punto de vista de otros con relación a la educación en los principios de salud).
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