En el Congo
Una de las mayores dificultades que encontró el célebre viajero Stanley en Africa, era la inveterada inclinación al robo en los indígenas que tenía a su mando. A poca cosa se reducía el código de honor que regía entre ellos y sus costumbres pervertidas habían atraído ya más de un desastre a la expedición de Stanley. Se hacía pues forzoso poner término a semejante estado de cosas y tajar toda infracción.
Decidió pues Stanley, y lo hizo saber por todo el campamento que el primero, que cometiera un robo sería castigado con pena de muerte.,
Pero ¡Cuál no fue su dolor y su asombro, cuando supo que el priinero que fue hallado en semejante delito, era Uledi, el más valiente y noble, el mejor de sus compañeros negros! Uledi, que había salvado la vida a más de cien personas, y a Stanley mismo... ¿Debería morir?
En vista de esta grave dificultad, Stanley reunió en consejo a sus subordinados, les expuso la gravedad del crimen cometido por Uledi y el castigo de muerte que debía sufrir.
Uledi fue sentenciado a ser azotado al instante con látigos.
Stanley pronunció la sentencia en pie, en medio de un grupo de hombres mudos de espanto, y Uledi se echa a sus pies aterrado para sufrir el castigo.
En aquel momento rompiendo el círculo un hombre a quien Uledi había salvado la vida en una ocasión de un gran peligro, se adelantó y dijo:
-¡Señor, aplíquenseme a mí la mitad de los golpes que Uledi debe recibir!
Después de él se acercó otro que con lágrimas en los ojos y con voz trémula dijo:
-¿Quiere el señor permitir a su esclavo que hable?
-Habla, dije Stanley.
Poniéndose de rodillas delante de Uledi, y con voz entrecortado de sollozos dijo:
-El señor es sabio, nada ignora de lo pasado, pues todo lo escribe en un libro... Yo soy un negro y no sé nada. Apenas puedo acordarme de lo que pasó ayer; pero el señor no olvida... Todo lo escribe en un libro; cada día escribe algo en él. Que permita a su esclavo ir a buscar el libro y volver sus hojas tal vez se encuentre algunas -palabras a favor de Uledi. Tal vez se halle en él que cierto día salvó la vida a Zaidi sacándole de las aguas espumosas de la catarata, y que salvó la vida a otros muchos... Uledi solo, vale más que tres de nosotros. ¡Con qué atención oye primero las palabras del señor y corre luego a cumplimentar las órdenes! Señor mirad en el libro... Y si después de esto la sentencia debe ejecutarse Shumari recibirá la mitad de los latigazos y yo recibiré la otra mitad... i Qué el señor haga lo que es justo!
Stanley echó el látigo lejos de él exclamandq:
-Uledi, es libre, Shumaria y Sayava son perdonados.
Apenas muere alguno por un justo; con todo podría ser que osara morir alguno por los bondadosos. Mas Dios encarece su amor para con nosotros porque siendo aún pecadores,
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