PLEGARIA
PLEGARIA
¿Qué quiero mi Jesús?... Quiero quererte,
Quiero cuanto hay en mí del todo darte,
Sin tener más placer que el agradarte,
Sin tener más temor que el ofenderte.
Quiero olvidarlo todo y conocerte,
Quiero dejarlo todo por buscarte,
Quiero perderlo todo por hallarte,
Quiero ignorarlo todo por saberte.
Quiero, amable Jesús, abismarme
En ese dulce hueco de tu herida,
Y en sus divinas llamas abrasarme.
Quiero, por fin, en Ti transfigurarme,
Morir a mí para vivir tu vida,
Perderme en Ti, Jesús, y no encontrarme.
Calderón de la Barca
SI AMAS A DIOS
SI AMAS A DIOS
Si amas a Dios, en ninguna parte has de sentirte extranjero, porque El
Estará en todas las regiones, en lo más dulce de todos los paisajes, en
El límite indeciso de todos los horizontes
Si amas a Dios, en ninguna parte estarás triste, porque, a pesar de la
Diaria tragedia, El llena de júbilo el universo.
Si amas a Dios, no tendrás miedo de nada ni de nadie, porque nada
Puedes perder y todas las fuerzas del Cosmos serían impotentes
para quitarte tu heredad.
Si amas a Dios, ya tienes alta ocupación para todos los instantes,
Porque no habrá acto que no ejecutes en su nombre,
ni el más humilde ni el más elevado.
Si amas a Dios, ya no querrás investigar los enigmas,
porque lo llevas a Él, que es la clave y resolución de todos.
Si amas a Dios, ya no podrás establecer con angustia una diferencia
Entre la vida y la muerte, porque en Él estás y
Él permanece incólume a través de todos los cambios.
Amado Nervo
MI BARCA
Como Pedro, Señor, yo dejaré mi barca,
Mis remos en la playa se secarán al sol,
Mi barca será entonces sólo seguir tus huellas
Y será entonces mi ruta seguirte con amor.
Las velas de mi barca desplegadas al viento
Serán mudos testigos de un errante viajar
Mas la túnica blanca que llevas Nazareno
Impulsará mi barca al puerto celestial.
Mis redes en la arena se tornarán deshechas
Inútil instrumento de olvidada labor,
Será mi pesca ahora la de buscar estrellas que adornen
Mi corona en tu cielo, Señor.
Raúl Villanueva
EL VERDUGO
EL VERDUGO
Sumiso, cual cordero que acompañan
Camino de su propio matadero,
Avanza entre la turba sin entrañas
el hombre más sublime y verdadero.
Cargado con la cruz, no retrocede,
Soporta con heroica valentía
Las burlas que continuas se suceden
Haciendo interminable su agonía.
Lo azotan, y sus labios no maldicen.
Lo insultan, y sus ojos no condenan.
Sus manos doloridas, aún bendicen
A aquellos que por El lloran de pena.
Y asciende hasta la cumbre del Calvario
Cual mártir, sin quejidos ni lamentos.
Envuelven al Señor como un sudario
La sangre y el dolor de sus tormentos.
Lo clavan en la cruz y no se queja…
Levantan el madero y sufre horrores…
Su cuerpo se desgarra, mas El deja
Que el hombre le descargue sus furores.
¿Pero es posible, Oh Dios, tanta ceguera?…
¿No ven que aquel ser puro es inocente?…
No pueden acusarlo tan siquiera
De ser ante el dolor indiferente.
Con tanta enfermedad como sanaste,
¿no hay nadie que con pecho agradecido
defienda tu inocencia? ¡Que contraste…!
Hoy todos con temor se han escondido.
Los mismos que horas antes prometían
Su causa defender, lo abandonaron,
Y ocultan su vergüenza y cobardía
No lejos del que sufre el desamparo.
Y sigue allá en la cruz: mientras la gente
Le injuria sin piedad, hieren y afrentan.
El ruega con amor al Dios Potente
Que aquel pecado atroz no tenga en cuenta.
¡Con cuánta abnegación sufre el martirio…!
¡Que amor tan sin medida está mostrando!…
Soporta aquel satánico delirio
Y aún ruega por los que le están matando.
Su cuerpo está bañado en sangre pura,
De sangre inmaculada, redentora.
Rebosa ya su copa de amargura
Pero El aguanta firme aquella hora.
Contemplo aquella escena horrorizado,
Al ver la crueldad de aquel proceso.
No entiendo por qué el odio han desatado,
Ni por qué le traicionan con un beso.
Tratando de entender, sigo las huellas
De sangre que deja el Nazareno,
Y encuentro alrededor rostros de piedra
Miradas ponzoñosas de veneno.
Verdugos con las caras impasibles.
Soldados con coraza en los sentidos.
Escribas, fariseos, insensibles
Con alma y corazón empedernidos.
Me acerco y en mi ser siento el impulso
Rabioso de escupir a aquella escoria.
Allí están, los infames que yo acuso
Del crimen más horrendo de la historia.
Les miro y mi sorpresa es pavorosa.
Los seres que yo encuentro allí delante,
Me miran con sonrisa maliciosa
Y en todos se refleja mi semblante.
Mi cara, mi expresión, mis movimientos,
Lo mismo que un espejo reflejaban.
Y ahora, igual que yo, todos a un tiempo
con gesto retadores me acusaban.
¡Señor…! ¿Qué significa?…¿por que un yugo
me une en semejanza tan terrible?
Resulta, que yo soy el cruel verdugo
Que esta crucificándote… ¡¡Es horrible…!!
Me siento avergonzado, confundido,
Al ver con realidad lo revelado.
El principal verdugo, sólo ha sido
La furia criminal de mi pecado.
Mis vicios, mis pasiones y rencores,
El odio, envidia, orgullo y vanidad,
Cual lanza y clavo fueron los autores
Que dieron muerte a Cristo en realidad.
No quiero yo acusar con osadía
Ni a Herodes, ni Pilatos, ni a Caifás.
Si Cristo padeció, la culpa es mía.
No es noble que me excuse en los demás.
¿Por qué te irrita, oh mundo, el ver a veces
la imagen de Jesús crucificado?
Tú mismo que al mirarlo te enterneces,
también por culpa tuya fue clavado.
Quien puso a Jesucristo en el madero
No fueron ni judíos ni romanos.
Ha sido tu maldad, el verdadero
Verdugo de aquel crimen tan villano.
Murió por el mortal que no merece
Ni amor ni compasión por su extravío,
Y gracias a su cruz, hoy nos ofrece
Perdón para el pecado tuyo y mío.
¿Que harás ante la gracia Redentora?
Acude con el alma arrepentida,
Que Cristo el Salvador te espera ahora
Dispuesto a darte amor y eterna vida.
EL JUDAS DE LA CENA
EL JUDAS DE LA CENA
El gran Leonardo Da Vinci músico, pintor, poeta,
Astrónomo y matemático y escultor en una pieza,
Busca refugio en Milán abandonando Florencia
Por hostil a sus empeños y a sus anhelos de estrella.
Y allí su genio florece y de su insigne paleta
Surgen tan bellas creaciones tales milagros de arte
Y tan sublimes escenas que más que un mortal parece
Un dios que a su antojo crea un mundo de maravillas
y de inefables bellezas.
Los monjes alborozados al gran Leonardo le ruegan
Que sobre el antiguo muro del refertorio muy cerca
Pinte su pincel divino de Cristo la Ultima Cena.
Leonardo entonces medita su egregio numen despierta
Y en evocación sublime haciendo acierto de ciencia
De datos tradicionales como inspiración suprema
Empieza la magna obra que hoy el mundo reverencia.
Asombro de las edades y valiosísima herencia
Que legó el renacimiento a las razas venideras.
Más pasa el tiempo y Leonardo en su tablado se encierra
Y su tardanza cruel a los Frailes desespera.
Busco a Cristo, les replica y mis ojos no lo encuentran.
El modelo que yo sueño tal vez no exista en la tierra.
Quiero un hombre en cuyo rostro estén hondamente impresas
La pureza y la virtud, la bondad y la inocencia,
En cuya radiosa frente como rosales florezcan
Las ideas de redención que él predicaba en la tierra
Y cuya dulce mirada turbe la inmortal tristeza
De los dolores del mundo y las humanas flaquezas.
Hasta que por fin un día en el coro de la iglesia
Haya al ansiado modelo que le preocupa y le inquieta.
Es un joven elegante de cuya hermosa cabeza
Desciende formando ondas abundosa cabellera.
De ojos claros y profundos de nariz firme y correcta,
De conjunto tan armónico y tan noble gentileza
Que Leonardo no vacila y al refertorio lo lleva.
Y en labor sabia y paciente y en concentración suprema
La figura de Jesús va surgiendo de la cena.
Inclinado sobre el pecho la noble y gentil cabeza
Como si decir quisiera a sus amados discípulos
Con infinita tristeza,"Os digo que entre vosotros
habrá uno que me venda."
Pero transcurren diez años y aún el fiestro de la cena
Permanece entre cortinas sin que ninguno se atreva
A curiosa indiscreción a Leonardo pedir cuentas.
Hasta que al fin un buen Prior hacia el artista se acerca
Y con humildad le exige y con firmeza le ruega
La terminación del fresco que ya a todos desespera.
El gran Leonardo le advierte sin ocultar su impaciencia,
Aún hay un hueco en el cuadro donde mi pincel no llega.
El que corresponde a Judas y el modelo no se encuentra.
Lo busco en vano Señor por suburbios y galeras
Yo lo veo dentro de mi mismo. Su sonrisa es una mueca.
En sus ojos hay relámpagos de traición y de blasfemia.
Tiene rostro de molicie de crimen y de vileza.
Es un ente despreciable algo que el demonio engendra.
En venganza de que un día en castigo a su soberbia
por un mandato del Eterno fue arrojado a las tinieblas.
¿Acaso la humanidad purificada en Judea
No halla vuelto a producir un alma tan ruin y abyecta?
Más al entrar una noche en nauseabunda taberna
Entre lampa abominable que aquel paraje frecuenta
Halla por fin el modelo que le preocupa y le inquieta
Y lo lleva al refertorio y frente al muro lo sienta
Y en menos de una semana surge la horrible silueta
En cuya turba mirada y en cuyo rostro de fiera
Hay hálitos de traición y ráfagas de blasfemia.
Y al despedir aquel hombre de repugnante presencia
Le entrega el pintor en pago una bolsa de monedas.
Y al contarlas replica, con cinismo que exaspera,
Ja, ja, ja, ¿a Judas habéis pagado
Mejor que a Cristo?. ¡Oh, espera! Dice Leonardo
mirando aquel rostro más de cerca.
¿Acaso sois? Si, yo soy, el desgraciado contesta.
Soy aquel que un día escogiste en el coro de la iglesia
Para servir de modelo del Cristo de vuestra cena.
El mismo que hace diez años ocupara esta banqueta
Para modelar al justo cuando mi vida era buena.
Pero la maldad y el crimen los vicios y la miseria
Han hecho de mi este andrajo del mundo baldón y afrenta.
Este Judas miserable que hoy rueda por las tabernas
Como un mísero despojo del joven que entonces era.
Queda absorto el gran Leonardo ante el horrible dilema.
Mientras que allá sobre el muro que copia la Ultima Cena
Tal parece que Jesús Dice con angustia inmensa,
"Os digo que entre vosotros habrá uno que me venda."