La noche más oscura
Esta es una historia real—la historia de mi vida. La historia de un ex-drogadicto, de alguien que no merecía vivir, pero que el Dador de la vida rehizo y transformó para Su gloria.
Fue la noche más oscura que recuerdo. Había llegado a uno de los barrios peligrosos de la ciudad y unos tipos me seguían para darme alcance, para “cobrarse” lo que –según ellos–, les debía. Las deudas se pagan como sea en el mundo de las drogas y mientras corría, sentí la poderosa presencia de Jesús, protegiéndome.
Durante las crisis por las que atravesé, la cercanía del Señor siempre me conmovía. En muchas oportunidades sentí Su poderosa mano en la mía, sacándome ileso de lugares peligrosos, caminando delante mío, tapándome la boca para no hacerme más daño, abrigándome con Su presencia en más de alguna fría madrugada.
Pero ahí estaban ellos, cada vez más cerca… “Al parecer, hoy no tengo escapatoria…”, murmuré. Y en aquella situación tan penosa en la cual un ser humano puede caer y a pesar de la calamidad en la que me había transformado, el infinito e incomprensible amor del Pastor por la oveja perdida se hizo carne y habitó en mí. Fue un gran milagro, como el de Daniel en el foso de los leones… así me sentía aquella noche.
El Callejón estaba Oscuro
El callejón estaba oscuro y podía oír las voces de mis perseguidores a escasos metros. Al doblar una esquina, las luces encendidas de un lugar y una puerta semiabierta me causaron curiosidad. Me acerqué y una hermosa melodía me llamó la atención. ¡Yo conozco ese canto! “Con sin igual amor Cristo me ama, Su dulce paz en mi alma derrama...” ¡Era el mismo que me enseñó tía Isabel en la clase de la Escuela Sabática cuando sólo tenía 10 años de edad!
Como empujado por una fuerza desconocida, entré al lugar. No había más de 20 personas, pero cantaban muy alegres. Nadie me hizo preguntas, como si todos entendieran mi situación. Alguien se acercó y me abrazó, fuertemente. Pienso que los que querían darme alcance no pudieron verme… Jesús se interpuso entre ellos y yo… y se marcharon sin lograr su propósito: darme muerte.
Aquella noche viví en carne propia el más grande milagro de mi vida y comenzó el largo proceso de la rehabilitación y el de comprender el gran amor que Jesús siente por mí. A pesar de mi mal proceder, Él tocó mi corazón mientras me hallaba en tierras lejanas, como un hijo pródigo. Jesús unió cada pedazo de lo que quedaba de mi vida y la rehizo, transformándola en algo digno de vivirse. No fue fácil llegar a la orilla navegando en un mar de conflictos y adicciones, pero pude lograrlo aferrándome a la Roca.
“Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 de Corintios 12:10).
______________________________
Por Alejandro O. González Catalán.Derechos © 2009 deGraceNotes. Todos los derechos reservados. Traducido por Chari Torres. El uso de este material está sujeto apautas de uso.Los textos han sido extraídos de la versión NUEVA VERSION INTERNACIONAL ® 1999.
Reader Comments