DESPUÉS DE TODO ES MI VIDA Sermon
Friday, May 8, 2009 at 9:10AM
"DESPUÉS DE TODO ES MI VIDA"
Por: Virginia Ursini
Abuela está sentada en su sillón, se hamaca con los ojos cerrados. Hoy su nieta anunció que se casaba, pero no aclaró con quién.
"Después de todo, es mi vida ¿no?", dijo y salió riendo.
Abuela recuerda su propio noviazgo, tan ceremonioso y formal. ¡Si a su novio lo había conocido en misa¡ Sus padres aprobaron el pedido de mano, indicaron los días de visita en el comedor ("martes y jueves de 4 a 7, m'hijo"), y hasta fijaron con los suegros la fecha del compromiso. Luego vino la tarea de hacer el ajuar, comprar la vajilla y, al fin, el casamiento. Llevaba tres meses de casada y todavía no podía tutear a su marido.
¡En fin! Las cosas estaban cambiando. Cuando su hija eligió marido el revuelo fue increíble. ¡La mosquita muerta salía a pasear con unas amigas" y resulta que era su novio! Nada de permisos, nada de días fijos de visita, todo era muy distinto. Los novios dijeron un buen día "nos casamos" y se casaron.
¡Cómo está el mundo -pensó Abuela-, ya los padres no contamos para nada¡"
Y ese récord, que le pareció el colmo, había sido superado por su nieta, que era capaz de casarse sin avisar.
"Después de todo, es su vida", ironizó Abuela y se dio a comparar.
En mi tiempo los bebés venían de París o con la cigüeña... En el tiempo de mi hija los traía la mamá, aunque nadie sabía cómo. En este tiempo, el de mi nieta, son una semillita plantada por el papá con mucho amor. . .
Abuela piensa:
"Si yo hubiera sabido, cuando era niña, que era un brote del árbol del amor, habría sido mucho más feliz".
En mi tiempo no se podía hablar en la mesa, porque mi padre era disciplinado y exigía respeto. En el tiempo de mi hija el padre era un compañero de juegos a quien se le podía pedir un consejo. En este tiempo, el de mi nieta, el padre es un amigo que conoce a sus hijos desde el mismo momento cuando nacen. ¡Si hasta presencia el parto y da molestias. Y con él se pueden tocar temas difíciles sin ruborizarse.
Abuela piensa:
"Si yo hubiera podido hablar con papá, abrazarlo, besarlo y preguntarle algunos secretos sobre los muchachos y la vida, habría sido mucho más feliz".
En mi tiempo el sexo era un secreto casi pecaminoso, del que sólo disfrutaban los hombres. Era casi un mal necesario soportado por nosotras para no extinguir la especie. En el tiempo de mi hija las mujeres rompieron los prejuicios sexuales, se liberaron de la maternidad corno fin último del sexo y empezaron a tomar las famosas píldoras antibebé, que en algunos casos fueron antimujer. En este tiempo, el de mi nieta, el sexo es una engañosa bandera de libertad femenina; se habla mucho de él pero se lo conoce muy poco. No sé si disfrutan de él con tanta libertad como pretenden.
Abuela piensa:
"Si yo hubiera conocido el sexo con naturalidad, sin temores ni dudas, mi vida de esposa y madre habría sido más plena".
En mi tiempo las mujeres sólo éramos para la casa, para criar los hijos y atender al marido. Se nos miraba como a tontas congénitas, incapaces de pensar y de estudiar. En el tiempo de mi hija las chicas salían en alegres caravanas rumbo a la secundaria. Eran maestras y profesoras. ¡Pensaban! Y los hombres comenzaron a respetar sus ideas. En este tiempo, el de mi nieta, ya no es noticia que las mujeres sean dignas y notables estudiantes de cualquier carrera. Se multiplican diariamente las doctoras, ingenieras, rectoras, administradoras.
Abuela piensa:
"Si tan sólo me hubieran dejado leer, ¡Cuanto se habrían ensanchado mis horizontes conociendo lejanas tierras y tiempos remotos! ¡Cuánta felicidad me fue negada al negárseme el privilegio de cultivar mi mente!
Del miriñaque a la minifalda, de la vitrola al casete, mucha agua ha pasado bajo el puente.
¿Cómo llamaremos a este cambio? ¿Revolución? ¿Conquista? ¿Ganancia? ¿Deterioro? ¿Avanzamos o retrocedimos? ¿Por saber más, somos mejores? ¿La libertad nos dio felicidad?
Abuela abre los ojos. A través de la cortina mira hacia el jardín. Allí su nieta toma sol toda untada de bronceador. "Si será tonta... ¡Con lo hermosa que es una mujer blanca y pálida¡" Abuela no puede aceptar que los conceptos de belleza hoy sean otros.
Se dirige al jardín con su sombrilla y comienza a cortar hojas mustias. Endereza brotes por aquí, afirma un arbolito a su tutor más alla.
Abuela siente que es joven otra vez. Recibe en sus dedos las mismas impresiones de la juventud, cuando cuidaba aquel otro jardín de antaño. ¡Por fin algo igual¡ Algo maravillosamente estable. El mismo perfume, las mismas espinas, la amada y eterna naturaleza.
Abuela siente que todo está bien. Ella, que comenzó como fruto es ahora raíz. ¿Los cambios? ¡Bah!, son inevitables, quizá también peligrosos. Pero se da cuenta de que seguimos riendo y llorando, temiendo y orando, soñando y sufriendo.
Los seres humanos, con algunas variantes, son siempre los mismos. Eso la tranquiliza. Por un momento logró ver a través de sus descendientes la unidad fundamental de la especie humana. Por eso dejó escapar una juvenil carcajada. Su nieta la miró sorprendida y le preguntó:
-¿De qué te ríes, Abuela?
-¿Qué te importa? Después de todo, es mi vida ¿no?
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