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    LA PALA DE DIOS ES MAS GRANDE

    LA PALA DE DIOS ES MAS GRANDE

     

    INTRODUCCION

     

     

    Se cuenta la historia de un hombre de escasos recursos que era conocido por su generosidad. Alguien le preguntó por qué daba tanto y que si no le preocupaba quedarse sin nada. El respondió: "No lo estoy. Yo saco una palada y Dios me devuelve una palada, y Dios utiliza una pala más grande que la mía. Además, Dios empezó a palear primero".

     

    En Génesis 14:17-20 se registra una linda experiencia de las muchas experiencias que tuvo el patriarca Abraham, un hombre que comprobó que no es posible que le ganemos a la generosidad de Dios. En estos versículos se registra el primer acto de devolución de diezmos en la Biblia. El texto no se refiere al primer sacrificio, ofrenda o dádiva, sino al primer acto de diezmar que menciona la Biblia. La historia detrás de este acto de diezmar es muy interesante. Cuando Abraham recibió el llamado de Dios de abandonar el lugar donde vivía y salir hacia un lugar que Dios le indicaría, Abraham invitó a su sobrino Lot, para que lo acompañara. Lot aceptó la oferta de Abraham y, por su buena disposición de seguir a Abraham mientras Abraham seguía las instrucciones de Dios, tanto Lot como Abraham recibieron bendiciones materiales. Los dos fueron bendecidos tan abundantemente con ganado, que la tierra en que se habían instalado no fue suficiente para mantener a sus rebaños y manadas. Debido a ello, pronto surgieron dificultades entre los pastores de Abraham y los de Lot por los pastizales y los pozos de agua.

     

    UN ARREGLO CONVENIENTE

     

     

    Abraham decidió no vivir entre conflictos y confusión. No importa cuántos bienes materiales se tengan, si se debe vivir entre conflictos y confusión, discusiones y malos entendidos, puede llegar a sentirse miserable y triste. Los conflictos y la confusión, las discusiones y los malos entendidos pueden evitar que gocemos de las bendiciones de Dios. Muchas personas que tienen mucho, recuerdan los tiempos de escasez y sacrificio como "los buenos tiempos" porque fue un período de menos conflictos y confusión, discusión y malos entendidos.

     

    Abraham, el mayor de los dos, se acercó a su sobrino y le dijo: "No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mi. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda" (Génesis 13:8-9). Cuando Lot examinó la tierra que estaba delante de él, lo que tenía a su izquierda era definitivamente más agradable a los ojos. La tierra de la izquierda era fértil y de riego, mientras la tierra a la derecha tenía menos vegetación y era árida. En vez de deferir ante su tío, por cuya invitación había sido bendecido, pensando más en su propio bien Lot escogió lo que parecía ser la mejor tierra, dejando que Abraham se instalara en la porción menos deseable.

     

     

     

    NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO

     

     

    Sin embargo, Lot pronto descubrió que todo lo que parece ser lo mejor a primera vista no siempre es lo mejor a la larga. Las malignas ciudades de Sodoma y Gomorra estaban en el valle que escogió Lot. Por lo tanto, él y su familia no sólo vivían en medio de mayores altercados y confusión, sino que en ese tiempo, las ciudades de Sodoma y Gomorra, junto con todo el hermoso valle del Jordán, estaban bajo el reinado de un poderoso guerrero llamado Quedorlaomer. Al tiempo, Sodoma y Gomorra, junto con otras ciudades sometidas que también eran oprimidas por Quedorlaomer, se rebelaron contra su reinado. Quedorlaomer se unió con varios otros reyes, y derrotó la rebelión y se llevó cautivos a varios ciudadanos de Sodoma y Gomorra junto con sus posesiones.

     

    Entre las personas que fueron capturadas estaba Lot. No sabemos hasta dónde se había involucrado Lot en la vida política de Sodoma, y no sabemos si participó en esa rebelión. Sin embargo, desde el momento que dejó a Abraham para levantar su tienda entre los Sodomitas, había compartido su destino. Así como uno comparte las recompensas de la fe cuando se asocia con los fieles, también deberá compartir el castigo de pecado y rebelión cuando se asocia con los malignos.

     

    FAMILIA EN LAS BUENAS Y EN LAS MALAS

     

     

    El encinar de Mamre, donde habitaba Abraham, era menos agradable que el fértil valle donde vivía Lot, pero por lo menos Abraham tenía libertad allí. Era libre de los enredos políticos de Sodoma, de la maldad de Gomorra y del gobierno de Quedorlaomer. El valor de la tierra y las propiedades del lugar donde habitaba Abraham no eran tan elevados como en la tierra que había escogido Lot. Pero, la bendición de Dios estaba sobre el lugar donde estaba Abraham y la promesa de Dios había sido dada de que vendrían días más prometedores. Hace mucho que Sodoma y Gomorra han dejado de existir, pero el lugar donde moró Abraham aún se considera tierra santa.

     

    Le llegaron las noticias a Abraham de que su sobrino había sido capturado. Las abundantes posesiones de Lot, que habían causado las dificultades entre él y su tío y los habían obligado a separarse, ahora estaban en manos de otro como trofeos de guerra.

     

    Abraham pudo haber dicho, con mucha razón, "armó su cama; que se acueste en ella". Pudo haber dicho: "Eligió la mejor parte y dejó lo peor para mí; no puede pedir más". Abraham pudo haber dicho: "Está crecido y puede cuidar de sí mismo; abandonó mi hogar; ya no está bajo mi responsabilidad". También pudo haber dicho: "Me gustaría ayudarle, pero no soy contendiente para Quedorlaomer. ¿Esperan que arriesgue mi vida y todo lo que poseo por salvar a Lot?" Sin embargo, Abraham no desplegó ninguna de las actitudes humanas normales que pueden surgir cuando se ha recibido un trato injusto. Por el contrario, seleccionó a 318 hombres entrenados entre los que habían nacido en su hogar, entre sus siervos y los armó para la batalla.

     

    El hecho de que Abraham tenía a 318 hombres a su disposición y su habilidad de armarlos para ir a la batalla, nos indican que a pesar de vivir en un lugar poco deseable, Dios aún lo estaba bendiciendo abundantemente. Aún cuando Abraham había recibido la peor parte del trato con Lot, el cielo lo había convertido en triunfador y lo había compensado por la ingratitud de Lot. Por eso, el cristiano no debe preocuparse por las personas que tratan de aprovecharse de su bondad. No debe preocuparse por las personas que parecen avanzar a sus expensas. Siga siendo amable. Siga siendo fiel. Siga tratando bien a las personas. Dios se encargará de usted y de las personas que le han hecho daño.

     

    TRIUNFO, CELEBRACION Y ADORACIÓN

     

     

    Después de haber armado a los hombres de su campamento, Abraham aseguró el apoyo de varios aliados y salió a buscar a Quedorlaomer. Cuando llegó al lugar donde estaban, Abraham dividió sus tropas, atacó por la noche y derrotó fácilmente al enemigo. Cuando Abraham regresó victorioso de la batalla, fue recibido por dos reyes: el rey de Sodoma y otro cuyo nombre era Melquisedec. Este Ultimo era rey de Salem, que significa Paz. Se cree que Salem era el antiguo sitio o nombre de la ciudad que al pasar de los años llegó a conocerse como Jerusalén, Ciudad Santa. También se dice que Melquisedec era sacerdote del Dios Altísimo, y como tal, él y Abraham compartían la misma fe. Al regresar de la batalla, Abraham fue recibido por el rey de Sodoma, por quien había intercedido, y el rey de Salem, quien como sacerdote, intercedía por otros.

     

    Melquisedec sacó pan y vino, los productos principales de la tierra, como símbolos para expresar su agradecimiento a Abraham, quien había traído paz, libertad y prosperidad a la tierra. Melquisedec bendijo a Abraham con las siguientes palabras: "Bendito sea Abraham del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano". (Génesis 14:19-20) Como respuesta a las bendiciones de Dios como un acto de agradecimiento, alabanza y adoración Abraham dio sus diezmos, es decir, devolvió una décima parte de todo lo que tenía.

     

    CUATRO COSAS PARA RECORDAR

     

     

    Observemos varios puntos importantes en este primer ejemplo que nos da la Biblia de la devolución de diezmos:

     

    Este incidente ocurrió básicamente en las etapas iniciales del desarrollo de la fe de Abraham.

     

    Abram no sólo fue el padre de la fe sino el padre también de la devolución de los diezmos.

     

    El hecho de que Abraham entregó sus diezmos significa que la devolución de los diezmos es de origen antiguo.

     

    En la experiencia de Abraham las bendiciones precedieron a la devolución de los diezmos convirtiéndola en un acto de gratitud.

     

    Abraham pudo entregar sus diezmos porque Dios le había bendecido, dándole recursos de dónde diezmar. No olvidemos que nuestra generosidad es por demás una respuesta ante el hecho de que Dios ya nos ha dado. Si Dios no nos hubiera dado, no tendríamos nada que dar. Hablamos acerca de cuánto devolvemos y cuán a menudo devolvemos, sin recordar que Dios es el principal y mayor dador. Dios no es un comandante en jefe opresivo que toma el dinero de los tributos de sus súbditos. Dios no es un poder colonial que explota y roba a la gente de todo lo que tienen para llenar sus cofres celestiales. Dios es un generoso Padre celestial que se ha entregado y sacrificado por nosotros. El texto bíblico que algunos consideran como el más grande de la Biblia no eleva el poder, la justicia, la majestad, santidad y virtud de Dios, sino el don de Dios para nosotros: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha DADO a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna." (Juan 3:16)
    Los diezmos no son una nueva doctrina; podría ser un nuevo concepto para muchos de nosotros, pero no es una práctica desconocida. No es una artimaña publicitaria ideada por la iglesia u otra persona para recaudar dinero. La devolución de los diezmos no sólo se remonta al principio de nuestra fe, sino que también al mismo amanecer de la práctica religiosa organizada y sistemática. Abraham fue la primera persona que diezmó en el registro bíblico, pero no fue la primera persona en la historia que devolvió sus diezmos. La devolución de los diezmos o la devolución de la décima parte sagrada, fue practicada por gran cantidad de personas en la antigüedad. Un poco después de que los hombres empezaron a sentir el impulso religioso que sacudía sus espíritus y latía dentro de sus corazones, poco después de que empezaron a invocar el nombre del Señor, en oración y adoración; también empezaron a traer delante de Dios expresiones de gratitud y fe. En un tiempo tan remoto en la historia que nadie lo puede identificar, los hombre y las mujeres empezaron a apartar para Dios un mínimo del 10% de todo lo que poseían.
    Moisés, quien dio la ley, no fue el primero en devolver sus diezmos. Los profetas no fueron los primeros en devolver sus diezmos. Abraham, el padre de la fe, fue el primero. De esa manera, desde el principio, la devolución de los diezmos y la fe están ligados en las Escrituras. Devolvemos nuestros diezmos, como expresión de nuestra fe. Nadie le ordenó a Abraham que diezmara; el suyo fue un don voluntario de fe y agradecimiento. Por lo tanto, cuando hablamos del diezmo, no estamos hablando sencillamente de dinero; también estamos hablando acerca de lo que significa ser fiel. La fidelidad implica más que un asunto de mantener la palabra y mantenerse junto a la iglesia y al Señor cuando las cosas se ponen difíciles. La fidelidad implica más que ser laborioso y diligente al ejercer nuestra responsabilidades. La fidelidad también implica entregar al Señor una cantidad justa y adecuada de todo lo que poseemos. "Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mateo 6:21).
    En esta etapa de su viaje de fe, Dios ni siquiera le había cambiado el nombre de Abram a Abraham. En esta etapa, Ismael no había nacido de Hagar e Isaac no había nacido de Sara. Cuando Abram dio sus diezmos por primera vez, aún no se había puesto la circuncisión como señal del pacto. Sodoma y Gomorra aún no habían sido destruidas por el juicio de Dios. Por lo tanto, la devolución de los diezmos fue una de las primeras experiencias en el desarrollo de la relación entre Abram y Dios. No olvidemos que nunca estamos muy tiernos o muy nuevos en la fe para devolver los diezmos. Quizá uno tenga que tener cierta edad para votar en asuntos eclesiásticos pero uno nunca es demasiado joven para ser fiel a Dios al devolver los diezmos. Hasta los niños más pequeños pueden diezmar; el niño más pequeño puede dar al Señor por lo menos una décima parte de todo lo que reciban, de su cuota o dinero para gastos en forma justa y proporcional. Quizá tengamos que pertenecer a una iglesia por cierta cantidad de tiempo para ocupar ciertos cargos. Podríamos sentir que necesitamos pertenecer a una iglesia durante cierto tiempo antes de podernos sentir hallados o como si realmente pertenecemos. Pero sí podemos empezar a diezmar inmediatamente. Como Abram, debemos empezar inmediatamente a devolver al Señor la cantidad correcta y adecuada de lo que tenemos. Según la Palabra de Dios, esa cantidad es por lo menos un 10%.

    NO PODEMOS GANARLE A LA GENEROSIDAD DE DIOS

     

     

    Dios nunca pide algo de los seres humanos hasta que hayan sido bendecidos y hayan recibido más de lo que podrían dar. Los Diez Mandamientos empiezan con las palabras, "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre" (Exodo 20:2). No es sino después de estas palabras que Dios pide obediencia de los hijos de Israel. Los requerimientos de Dios siempre se basan en su derecho de pedirlos porque Dios es el principal y mayor dador.

     

    Por este motivo, debemos entender que nuestra dadivosidad tiene sus inicios en la gratitud. Damos porque hemos recibido. Hemos recibido bendiciones, así que damos por agradecimiento. ¿Recuerdan el hombre de nuestra historia que descubrió que la pala de Dios es mucho más grande que la nuestra? El tenía razón y no deberíamos olvidar que no podemos ganarle a la generosidad de Dios. La pala del Dios que es dueño del ganado y de los montes y de todas las riquezas valiosas del Universo, es mucho más grande que la nuestra. La pala de Dios, que se complace en darnos el Reino, es mucho más grande que la nuestra. La pala de Dios, quien es capaz de suplir todas nuestras necesidades según sus riquezas en gloria, es mucho más grande que la nuestra. La pala de Dios, quien ha dicho en Su Palabra que pidamos y recibiremos, que busquemos y hallaremos, que toquemos y se nos abrirá, es mucho más grande que la nuestra. La pala que es mucho más grande que la nuestra pertenece al Dios que dijo: "Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde" (Malaquías 3::10).

     

    La pala de Dios, quien hizo posible la salvación, es mucho más grande que la nuestra. En el calvario, Dios entregó a su hijo. Abraham pudo haber dado una décima parte, pero en el Calvario, Dios dio todo. Estoy consciente de que las personas dicen: "Cuando vengo a la iglesia, no quiero oír hablar de dinero ni de dar. Sólo quiero oír hablar del evangelio". Pero realmente no se puede hablar del evangelio sin hablar de dar, porque en el corazón del evangelio está un Dios generoso. Y como Dios dio primero, también deberíamos dar por agradecimiento.

     

    ¿CANSADO DE DAR? PIENSA EN ESTO

     

     

    Sé que algunos nos cansamos de dar y de escuchar plegarias y sermones de dadivosidad. A veces me pregunto si alguna vez llegaremos al punto en que podamos dejar de dar. Bien, cuando Dios deje de darnos, podremos dejar de dar. Cuando Dios deje de hacer caminos para nosotros donde no hay, podremos dejar de dar. Cuando Dios deje de ser nuestra compañía cuando estemos solos y se detenga para unir las piezas rotas de nuestras vidas cuando perdemos seres queridos, podremos dejar de dar. Cuando Dios deje de darnos suficiente gracia para enfrentar el mañana, podremos dejar de dar. Cuando Dios deje de poner comida sobre nuestras mesas, para ayudarnos a criar nuestros hijos y proveer para nuestras familias, podremos dejar de dar. Cuando la sangre que vertió Jesús ya no valga por nuestros pecados, cuando la fuente eterna del amor de Dios se seque y no quedemos solos para enfrentar los engaños del enemigo, cuando el Espíritu Santo se rehúse a darnos poder parar ser victoriosos en vida y muerte, entonces podremos dejar de dar. Pero mientras Dios nos esté dando, también deberíamos dar gozosamente y con amor.

     

    El poder de Dios se manifiesta en los latidos del corazón, en los movimientos de los pulmones y en las corrientes vivificadoras que circulan por los millares de conductos del cuerpo. Estamos endeudados con El por cada momento de nuestra existencia y por todas las comodidades de la vida. Las facultades y las aptitudes que elevan al hombre por encima de la creación inferior constituyen el don del Creador.

     

    El nos da sus beneficios en gran cantidad. Estamos en deuda con El por el alimento que comemos, el agua que bebemos, la ropa con la que nos vestimos y el aire que respiramos. Sin su providencia especial, el aire estaría lleno de pestilencia y veneno. El es un generoso benefactor y preservador.

     

    El sol que brilla sobre la tierra y da esplendor a toda la naturaleza, el fantasmagórico y solemne resplandor de la luna, la magnificencia del firmamento tachonado de brillantes estrellas, las lluvias que refrescan la tierra y que hacen florecer la vegetación, las cosas preciosas de la naturaleza en toda su variada riqueza, los elevados árboles, los arbustos y las plantas, las espigas ondeantes, el cielo azul, los verdes prados, los cambios del día y la noche, la renovación de las estaciones, todo esto habla al hombre acerca del amor de su Creador.

     

    El nos ha unido a sí mismo mediante estas muestras que ha puesto en el cielo y en la tierra. Nos cuida con mayor ternura de lo que lo hace una madre con un hijo afligido. "Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen" (Sal. 103: 13).-RH, sept. 18, 1888. 20

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