Por qué molestarse en orar
Por qué molestarse en orar
Don Driver
Yo creo en Dios y anhelo vivir una vida cristiana. Aunque he enseñado que la oración es un factor importante en nuestra relación con Dios, me pregunto si realmente es necesaria. La Biblia enseña que Dios es todo conocimiento y amor, que siempre está listo para darnos lo que es mejor para nosotros. ¿Para qué orar, entonces?
En cierta ocasión me encontraba discutiendo asuntos espirituales con un hombre joven e inteligente. Súbitamente me sorprendió con una reacción intempestiva: “Esa idea de la oración es una tontería”, me espetó. El estaba enterado de lo que es la oración y de lo que la Biblia dice sobre ella. De manera que, intentando probarlo un poquito, le pregunté: “¿Qué quieres decir cuando afirmas que la oración es una tontería?” Entonces me replicó: “Bueno, la oración no afecta la voluntad divina de manera alguna. La Biblia dice que Dios ‘es el mismo ayer, hoy y por los siglos’. Así que cualquier cosa que tú le digas no lo cambiará. Como sea, Dios sabe todas las cosas. El dice, por ejemplo: ‘Antes que llamen yo responderé’. ¿Qué beneficio tiene entonces orar si él ya lo sabe? Es perder el tiempo”.
¿Tiene sentido, verdad? ¡No!
Te voy a explicar por qué. Primero, en la Biblia Dios dice que debemos orar: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas…” (1 Timoteo 2:8). “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6). La oración impacta la calidad de nuestras vidas. Como Elena White lo describe tan hermosamente: “Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se necesite esto a fin de que Dios sepa lo que somos, sino para capacitarnos para recibirle. La oración no baja a Dios hacia nosotros, antes bien nos eleva a él”.1
Segundo, Jesús, nuestro ejemplo, oraba. Si la oración no hace ninguna diferencia ¿por qué Jesús oraba, en ocasiones toda la noche, y en el Getsemaní, hasta el punto de transpirar sangre en vez de sudor? ¿No estaba al tanto de los planes y propósitos del Padre? La oración de Jesús muestra que orar es más que pedir determinadas cosas. Es estar en constante comunión y compañerismo con Dios. También revela que sólo por la dependencia de Dios puede uno recibir fortaleza y poder para completar la misión y el propósito de la vida. Las oraciones del Getsemaní y la cruz son los principales ejemplos.
Tercero, tenemos que orar el uno por el otro. Jesús le dijo cierta vez a Pedro: “…pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:32). Jesús sabía que Pedro iba a incurrir en su triple negación, pero también sabía que hay poder en la oración intercesora y que la persona por la que se ora debe saber que se está orando por ella. De manera que la intercesión es otro aspecto importante en la vida de oración cristiana. “La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).
Por supuesto, la oración también incluye presentar nuestras necesidades delante de Dios. Daniel oraba, totalmente convencido de que Dios lo sabe todo. Pablo oraba continuamente por sí mismo, su misión, sus iglesias, aún sabiendo que todas ellas estaban en las manos de Dios. La oración no es tanto un pormenorizado informe que elevamos a Dios sobre nuestras necesidades, para que él haga funcionar las cosas como nosotros quisiésemos que funcionen, sino una conexión con su mente y corazón divinos. Podremos comenzar a pensar sus pensamientos y comprender su modalidad y estilo, permitiendo que nuestra oración armonice con su voluntad. Así que, ¿por qué me voy a molestar en orar? Porque Dios quiere que lo haga; porque Jesús nos brindó el modelo y los apóstoles lo practicaron. La oración me conecta con la mente y el corazón de Dios.
Don Driver es pastor titular de la iglesia adventista de Beltsville, Maryland, E.U.A. Su e-mail es: ddriver4@juno.com
Notas y referencias
1. Elena G. White, El camino a Cristo, (Mountain View, California: Pacific Press) p. 93.
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