LO SIENTO, NO PUEDE ENTRAR
Thursday, March 5, 2009 at 2:57PM
LO SIENTO, NO PUEDE ENTRAR
Lo siento, no puede entrar.
Era una hermosa mañana de sábado la gente llenaba la iglesia a su máxima capacidad. A cada persona que entraba se le daba un boletín en donde ya imprimían los anuncios, el tópico del sermón de ese día, los cantos que se entonarían y la persona por quien se oraría. Al final de la línea se encontraba de pie un ancianito, su ropa estaba sucia y era notorio que no se había dado un baño en días. Su cara estaba cubierta de barba, pues no se había rasurado en mucho tiempo, cuando llegó hasta donde se encontraba el diácono el se quitó su maltratado y viejo sombrero café demostrando respeto, su pelo estaba largo sucio desastrosamente enredado. Sus pies estaban sin zapatos y sólo traía unos sucios calcetines negros. El diácono poniendo su dedo en la nariz le dijo, lo siento pero
me temo que no podemos dejarlo entrar a Usted, pues distraería a la congregación y no podemos permitir que alguien interrumpa el servicio. Creo que debe marcharse. El anciano bajó su vista, su mirada estaba destrozada, se puso su viejo sombrero y se dio la vuelta para irse, iba muy triste pues le gustaba escuchar al coro cantar alabanzas al Señor, también le gustaba ver cómo los niños pasaban al frente y entonaban sus cantitos. El cargaba en uno de sus bolsillos una pequeña y usada Biblia, pues le encantaba ver si el pasaje que el ministro predicaba se encontraba subrayado en la Biblia que el anciano traía.
El era muy respetuoso y no quería causar ni un problema, así que bajando su cabeza, caminó de regreso bajando los escalones de la grande iglesia. Se sentó y se recargó en la pared cerca de la orilla del patio de la iglesia y se estiro lo más que pudo para escuchar los cantos que la congregación entonaba a través de las ventanas y puertas cerradas. Oh, cuanto deseaba poder estar adentro con todos los demás. Habían pasado algunos minutos cuando de pronto un hombre joven se le acercó y
sentándose al lado de él le preguntó que era lo que hacía a lo cual él respondió: yo estaba por ir a la iglesia hoy pero ellos pensaron que yo estaba sucio y que mi ropa era vieja y gastada y temieron que yo pudiera distraer su servicio. Perdón no me presente mi nombre es Jorge. Entonces los dos hombres se saludaron amablemente y Jorge no pudo evitar ver que este hombre tenía pelo largo como el de él y traía puesto un manto sobre su cuerpo amarrado con un cinto de tela color púrpura real, él llevaba sandalias en sus pies que ahora estaban cubiertos por polvo y tierra. El extraño se estiró hasta tocar el hombro de Jorge y le dijo:
"hola Jorge, no te sientas mal porque ellos no te dejan entrar, mi nombre es Jesús y he estado tratando de entrar en esta misma iglesia por años, pero ellos tampoco me dejan entrar".
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