Cristo, nuestro Ungido.La regla inflexible de justicia
La regla inflexible de justicia
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Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer?... como sus pecados, que son muchos, le han sido perdonados, ella ama mucho. Pero a quien poco se le perdona poco ama". Lucas 7:44,47.
El don del perfume de nardo encendió una controversia. Simón se puso del lado de Judas. Rápido para juzgar, era lento para mostrar compasión o misericordia. En medio de las murmuraciones, Jesús se volvió hacia Simón, y le dijo: "Un acreedor tenía dos deudores. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta. Y como no podían pagarle, perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?" Sin vacilar, Simón respondió: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús respondió: "Has juzgado bien". Los dos deudores representaban a Simón y María. El propósito de la parábola no era establecer categorías de pecados, sino enseñar que cada uno debía mucho más de lo que jamás podría pagar. Simón necesitaba comprender que no era más justo de lo que era María. Sus propias transgresiones eran en todo tan serias como las de ella; y sin embargo él se veía a sí mismo con ojos llenos de justicia propia, y juzgaba a los demás con dureza. Muchos cristianos son como Simón. Es fácil vestirse con ropajes de justicia santurrona, pero es muy difícil despojarse de ellos.
El fariseo comprendió que Jesús podía leer los motivos de nuestras acciones. Había invitado a Jesús a cenar, no tanto por la gratitud que sentía por haber sido sanado, sino como una manera de aparecer importante ante los demás. "La frialdad y el descuido de Simón para con el Salvador demostraban cuán poco apreciaba la merced que había recibido. Pensaba que honraba a Jesús invitándolo a su casa. Pero ahora se vio a sí mismo como era en realidad". "El Salvador con todo tacto había inducido al orgulloso fariseo a comprender que su pecado -cuando sedujo a María- había sido mayor que el pecado de ella, así como 500 denarios eran una suma mucho mayor que 50". Si bien Simón se había portado de manera vergonzosa con María, se sintió profundamente conmovido al ver que Jesús no lo había avergonzado ante sus invitados. Un acto así habría endurecido contra Cristo el corazón del orgulloso fariseo. Ahora comprendió Simón lo que había expresado Cristo al decirle a María: "Tu fe te ha salvado. Vete en paz". "La hospitalidad de Simón era insignificante en comparación con la ilimitada gratitud de María".
"Jesús conoce las circunstancias que rodean a cada alma. Tú puedes decir. 'Soy pecador, muy pecador’ puedes serlo; pero cuanto peor seas, tanto más necesitas a Jesús. El no se aparta de ninguno que llora contrito".
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